Urquijo, S.; Vivas, J. R. & González, G.
Aprendizaje
es un término amplio y complejo. Involucra muchas variables que se combinan de
diversos modos, y está sujeto a la influencia de factores internos y externos,
individuales y sociales. Aprendizaje se refiere, de forma general, a la
adquisición de una conducta, al dominio de un procedimiento. ¿Qué significa
específicamente el término aprendizaje? Esta es una pregunta que, desde los
orígenes de la psicología, ha encontrado muchas respuestas diferentes.
Una de las definiciones “científicas” más antiguas, la
de Hunter (1929), dice que “el aprendizaje ocurre siempre que el
comportamiento exhibe un cambio o una tendencia progresiva, con la repetición
de la misma situación estimulante, y cuando el cambio no puede ser atribuido a
la fatiga o a cambios en el receptor o
en el efector”.
Uno de los representantes más destacados de la Gestalt, Koffka (1935),
propuso que “aprendizaje, como un cambio de una actividad en una cierta
dirección, consiste en crear sistemas de trazos de un tipo particular,
consolidarlos y tornarlos disponibles, tanto en situaciones repetidas como en
situaciones nuevas”.
Los conductistas generaron una gran cantidad de
definiciones operativas, originadas en el contexto de programas de
investigación en laboratorios con procedimientos experimentales específicos.
Por ejemplo, Underwood (1949) afirma que “aprendizaje es la adquisición de
respuestas nuevas o la ejecución aumentada de respuestas antiguas”. Más concreto,
Guthrie (1952) afirma que “denominaremos aprendizaje a los cambios en el
comportamiento”. En la misma línea, aunque con mayo precisión, Estes (1959)
dice que “aprendizaje es un cambio sistemático en la probabilidad de
respuesta... Conceptualizamos al aprendizaje en términos de relaciones de
probabilidades (relaciones condicionales o conexiones) entre clases de
respuestas operacionalmente definidas y clases de situaciones estimulantes
operacionalmente definidas”.
Una posición más moderada, en el sentido de que se
comienza a aceptar la existencia de procesos cognitivos operando como variables
intermedias entre el estímulo y la respuesta, genera la aparición de
definiciones un poco más complejas. Uno de los primeros investigadores de la
línea conductista que aceptó esta posibilidad fue Tolman (1959), quién afirma
que “concebimos el aprendizaje como la adquisición de conexiones que
denominamos vínculos medio-fin, o creencias. Los vínculos medio-fin deben ser
entendidos como disposiciones cognitivas aprendidas, que resultan directamente
de las prácticas precedentes o de otro entrenamiento previo, relacionado con
ellas”.
Desde otro punto de vista, Bruner (1960) analiza el
aprendizaje como una serie de pasos. Para él, “en el aprendizaje de
cualquier asunto, se verifica una serie de episodios, cada uno de los cuales
involucra a los siguientes tres procesos. Primero, se da la adquisición de
nuevas informaciones. En segundo lugar, se produce la transformación, o proceso
de manipulación del conocimiento, para adaptarlo a nuevas tareas. El tercer
aspecto es la evaluación (crítica) que consiste en verificar si el modo en que
manipulamos la información se adapta a la tarea”.
Con el paso del tiempo, siempre en la línea del
cognitivismo, las definiciones del aprendizaje comienzan a ser más complejas,
incluyendo la intervención de una serie de procesos cognitivos básicos. Por
ejemplo, Greeno (1980) considera que “aprendizaje es una adquisición de
conocimientos, en la cual la modificación y la combinación de estructuras
cognitivas son los procesos básicos... Una teoría del aprendizaje debe incluir
un análisis de los procesos en virtud de los cuales son adquiridas estructuras
de conocimiento de varios tipos. El aprendizaje debe incluir procesos que
sirven para organizar e integrar informaciones y procedimientos, así como
procesos para almacenarlos”. Con características similares, para Thorpe
(1980) “se puede decir que los organismos aprenden, cuando pueden percibir y
modificar su comportamiento en virtud de sus percepciones. Aprendizaje es, por
lo tanto, la organización del comportamiento como resultado de la experiencia
individual. Tiene carácter de adaptación y es encarado como algo que perdura
por un tiempo relativamente largo. Todos los organismos vivos se ajustan o adaptan
a cambios en la estimulación que reciben y almacenan informaciones; esto
equivale a decir que aprenden”.
Algunas definiciones más actuales no introducen muchas
novedades. Por ejemplo, Bower y Hilgard (1981) piensan que “aprendizaje se
refiere al cambio en el comportamiento, o en el potencial de comportamiento, de
un sujeto frente a una situación dada, como consecuencia de las repetidas
experiencias del sujeto en esa situación, siempre que la modificación del
comportamiento no pueda ser explicada por las tendencias innatas de respuesta
del sujeto, por la motivación o por estados temporarios, como la fatiga, la
embriaguez, los impulsos, etc.”. La definición de Mayer (1982) es más
simple. Afirma que “aprendizaje es el cambio relativamente permanente en el
conocimiento o en el comportamiento de
una persona, por causa de la experiencia”.
Según Klein (1994) el aprendizaje se puede definir
como “un cambio relativamente permanente de la conducta, debido a la
experiencia, que no puede ser explicado por un estado transitorio del
organismo, por la maduración o por tendencias de respuestas innatas” (Pág.
2). Esta definición, similar a la anterior, tiene tres componentes principales:
primero, que el aprendizaje refleja un cambio en el potencial de una conducta,
que no implica la realización de la misma; segundo, que los cambios en el
comportamiento producidos por el aprendizaje no son siempre permanentes, y
tercero, que los cambios en la conducta se pueden deber a otros procesos
diferentes del aprendizaje.
Una definición similar es la propuesta por Gagné
(1979) para quién, en términos generales, aprendizaje es “un cambio de las
disposiciones o capacidades humanas, que persiste durante cierto tiempo y que
no puede ser atribuido solo a los procesos de crecimiento” (Pág. 2). El
cambio se manifiesta como un cambio de conducta. Puede consistir, y
generalmente consiste, en una capacidad mayor para ejecutar cierto tipo de
actividad. El cambio no debe tener una duración fugaz, sino que debe ser
posible retenerlo durante cierto tiempo. En ese sentido, Woodworth y Schlosberg
resaltan el hecho de que “el aprendizaje no corresponde a un tipo específico
de actividad. Es un cambio que se produce en el organismo, durante muchos tipos
de actividades” (In Pfromm Netto, 1987, pp. 1).
Es necesario destacar que la mayoría de estas
definiciones resalta el aspecto externo,
observable, del aprendizaje, el cambio en el comportamiento o en el desempeño,
y no los aspectos internos o mentales. Sin embargo, no siempre lo que hacemos,
sea desempeño o sea comportamiento, refleja perfectamente lo que aprendemos.
Por ejemplo, hay casos complejos de aprendizaje, conocidos como aprendizajes de
orden superior, que involucran el uso del lenguaje y de operaciones mentales
numerosas o sutiles que no pueden ser simplemente observadas.
Una primera aproximación a la definición de
aprendizaje, en un marco “piagetiano”, puede ser la de Sisto (1997), quién
considera que “... aprendizaje es una adaptación del ser cognoscente al
medio ambiente, constituyéndose en una interacción entre el medio ambiente
endógeno (sistema cognitivo) y el ambiente exógeno (medio ambiente)” (pp.
27-28).
Para Piaget (1969) las conductas adquiridas
elementales - entrenamiento, aprendizaje, hábito o condicionamiento - son de un
nivel superior al de las conductas instintivas, en función de que la capacidad
de aprendizaje aumenta en los escalones sucesivos de la serie animal. Los
aprendizajes se presentan bajo formas que se distribuyen entre un polo de
actividad, marcado por clases de “descubrimientos” debidas a la exploración
espontánea, y un polo de pasividad en el cual la asociación adquirida parece
estar impuesta por una secuencia exterior regular. Esos dos polos demuestran
que la conducta adquirida lo es siempre por asimilación del elemento nuevo a un
esquema reflejo o un esquema más general. Toda información adquirida del
exterior lo es, siempre, en función de un marco o de un esquematismo interno de
aspectos más o menos estructurados. Piaget (1969) destaca que no hay solo
estímulos y respuestas, sino esquemas a los cuales se asimilan los estímulos y
que producen las respuestas. El organismo no permanece pasivo, sino que se
encuentra en un estado de búsqueda constante de alimentos funcionales
(estímulos) susceptibles de poner en ejercicio uno u otro esquema. En el
condicionamiento, el polo activo do sujeto, en su búsqueda de información se
opone el polo pasivo, en el cual el sujeto sufre los enlaces impuestos por el
exterior y no responde mas que en correspondencia con ellos. Entonces, interpretado
en un marco piagetiano, el reflejo condicionado no deja de ser una asimilación
del nuevo estimulo a un esquema anterior o innato. Además de este tipo de
condicionamiento, llamado clásico, existe otro tipo en el cual la respuesta no
es idéntica a la reacción refleja sino que se trata de movimientos nuevos,
aprendidos, llamado condicionamiento instrumental. Ya no se trata de
asimilación a esquemas previos, pues no hay reacciones o estímulos
incondicionados previos, sino que hay construcción en el sentido de
descubrimientos y de utilización de nuevas relaciones. Para Piaget, las
relaciones descubiertas son resultado de “puestas en relación” activas, es
decir, orientadas por las coordi-naciones de esquemas que no dejan de ser
esquemas resultantes de una actividad asimiladora.
Una consulta en la bibliografía especializada nos
permite sostener que la cuestión del aprendizaje y de la “enseñanza
constructivista” es un problema que ha sido abordado con poca frecuencia en las
investigaciones.. El problema de fundamentar cuales son los mecanismos que
subyacen al aprendizaje aún se encuentra en una laguna. Es conocido el hecho de
que Piaget no se preocupó con los procedimientos derivados de la teoría general
y, como consecuencia de eso, la práctica pedagógica, pretendidamente
constructivista, se ha guiado por propuestas “derivadas” de un nivel
estrictamente teórico. Las aplicaciones particulares se han caracterizado por
la ausencia de un seguimiento pormenorizado del proceso y un análisis
sistemático de los resultados a largo plazo.
Para Piaget (1976) el
mecanismo básico en la formación de conocimiento es el proceso de equilibración,
responsable por el pasaje de estados de equilibrio a otros, cualitativamente
mejores, en función de la compensación de perturbaciones que hayan desequilibrado
el sistema. En términos generales, la reequilibración alcanzada por el proceso
no sería un retorno a un estado anterior sino la formación de un equilibrio
nuevo y superior, diferenciando así el equilibrio mecánico del psicológico.
En una línea que consideramos sintónica con las
propuestas piagetianas, encontramos las propuestas de Ausubel para quién,
“aprender” es, en sentido genérico, un proceso gradual de construcción y
establecimiento de relaciones significativas. La aprehensión de conocimientos
con sentido de relación, los aprendizajes significativos, son posibles cuando
la persona es capaz de establecer relaciones "sustantivas y no
arbitrarias" entre lo nuevo que aprende y lo que ya conoce. Construir
significados es, de este modo, construir relaciones consistentes entre los
marcos asimiladores disponibles en el aprendiz y la idea o concepto nuevo que
se desea incorporar. Naturalmente, es posible el aprendizaje de contenidos
específicos sin atribuirles significación alguna, pero este aprendizaje en
sentido estricto y restricto supone la memorización mecánica de estos
contenidos, de modo tal, que el alumno puede repetirlos o usarlos en forma
automática sin tener la menor comprensión de lo que está diciendo o haciendo.
Ahora bien, el proceso de construcción de significados
no es binario, a todo o nada, sino que avanza mejor por un camino progresivo de
construcciones parciales. El concepto que un profesor enseña y que un alumno
aprende no significa lo mismo para ambos. No tiene el mismo poder explicativo
ni predictivo, ni las mismas implicaciones y consecuencias. Ni tiene, en el
plano operativo el mismo alcance y profundidad cuando se lo instrumenta. La
significación atribuida a un concepto para cada uno, varía en su poder como instrumento
de comprensión y acción sobre el segmento de la realidad a la que dicho
concepto se refiere.
Siguiendo a Ausubel en el planteamiento de las
condiciones exigidas para lograr un alto nivel de significatividad, nos
encontramos con algunas exigencias inexcusables, aunque a veces de difícil
cumplimiento. Ante todo es necesario que el contenido novedoso a ser aprendido
cuente con el máximo de potencial significativo, esto es, que dé lugar a la
construcción de significados. Sin embargo, el cumplimiento de los requisitos
antedichos no garantiza aún la construcción de aprendizajes significativos. Una
variable implícita en estos enunciados, sin la cual este proceso es imposible,
es de naturaleza actitudinal y compartida.
Es condición necesaria que el alumno tenga una actitud
favorable a aprender significativamente. Debe haber en el alumno una
intencionalidad conciente para relacionar lo nuevo con lo ya aprendido, con una
búsqueda de familiaridad ‑al estilo del que propone Polya en "Como
plantear y resolver problemas"‑, debe funcionar la exploración analógica
de casos, de situaciones y procesos, y debe activarse en el alumno una
capacidad clasificatoria que le permita poblar de heurísticas y significado, al
nuevo material presentado. La promoción de dicha actitud es, naturalmente,
responsabilidad covariante de la actitud docente. La intervención del profesor,
su propia inclinación a ampliar los ámbitos de significación del contenido
específico, su propia inquietud hacia la investigación y la forma de presentar significativamente
un material, son factores determinantes en la facilitación de esta motivación
cognitiva. Si así no sucede, el proceso espontáneo de aprendizaje se volcará
hacia formas más económicas en energía y en tiempo por parte del alumno. Esto
es, la memorización mecánica y repetitiva de lo mínimo exigible para obtener la
promoción.
Solidario a las consideraciones antedichas queda un
aspecto, que suele generar desvíos y dificultades de comprensión. La producción
de un aprendizaje significativo no inhibe, sino que implica inevitablemente,
una memorización que cabe calificar de comprensiva para discriminarla de la
repetición mecánica. La memorización comprensiva se sustenta en la ubicación
estructural y la retención de un cúmulo de conocimientos que se sitúan en una
red previa en permanente extensión, revisión y reencajonamiento.
El objetivo pedagógico que un docente se propone sobre
un cierto dominio cognitivo será mas ajustado a la factibilidad real cuando, en
lugar de proponerse la transmisión de tal o cual concepto significativo, se
plantee el objetivo como una cuestión gradual. La idea rectora será entonces,
lograr los aprendizajes mas significativos posibles en un cierto tramo de
enseñanza, sometido a la restricción del vector temporal. Esto no es un juego
de palabras ni un cambio de estrategia, supone como implicancia un profundo
cambio metodológico. Subrayar el encuadre abierto y dinámico de la educación
escolar, plantea el problema de las direcciones que debe imprimir el docente
para lograr que los alumnos profundicen y amplíen los significados inicialmente
atribuidos, mediante su participación en las actividades del aprendizaje. La
descentración del que enseña hacia el que aprende, con la apertura del encuadre
que ello implica, amplía la participación de todos los agentes que intervienen
en el proceso educativo. En primer lugar desde el alumno, con una
revalorización de sus intereses y necesidades. En el docente, como
corresponsable y agente comprometido en la construcción de significación. En
las autoridades, como vehículos estratégicos de las intenciones educativas. Y
en la comunidad, de la que todos ellos forman parte, a través de los marcos de
significación presentes en los intereses de cada región o localidad.
Todas las definiciones enunciadas hasta aquí,
a pesar de poseer diferencias radicales en su concepción del fenómeno
denominado aprendizaje, tienen algunos puntos en común. Rescatando los aspectos
más básicos, aceptaremos como supuesto básico que un cambio, con cierta
permanencia en el tiempo, en las respuestas de un sujeto, es un aprendizaje.
Dirimida la cuestión sobre una definición de
aprendizaje, consideraremos el problema de las teorías del aprendizaje.
Históricamente, la investigación experimental ha estado acompañada por el
intento de los psicólogos de sistematizar sus hallazgos, por un esfuerzo de
integración que diese lugar al establecimiento de leyes y posibilitase ciertas
predicciones a partir de elaboraciones teóricas. La aspiración de que estas
formulaciones no se agotasen en síntesis teóricas, sino que tuviesen impacto en
la investigación aplicada permite sostener, siguiendo a Pfromm Netto (1987),
que en Psicología del Aprendizaje la palabra teoría no debería tener la
connotación negativa usualmente atribuida a ese término en la conversación
cotidiana y que ha dado lugar a frases del tipo de “mas vale práctica que
teoría”. En este contexto cabe preguntarse ¿qué nos puede aportar una teoría?
Una de las formas de aproximarse a una respuesta es partir de la consideración
de cuales son las pretensiones de aquellos que se dedican a formularla. En este
sentido puede decirse que, en términos generales, lo que una teoría trata de
mostrar son las conexiones lógicas y empíricamente necesarias entre dos o más
declaraciones predictivas, estableciendo relaciones temporales entre dos o más
eventos. En este marco cualquier teoría contiene postulados explícitos o
implícitos, que son afirmaciones con relación a los aspectos generales del
objeto de estudio que se propone explicar. A partir de esos postulados, y de un
conjunto de definiciones de términos, que se realizan las derivaciones lógicas
de los corolarios de esos postulados. Sobre la base de éstos últimos se
proponen predicciones, las que pueden ser puestas a prueba empíricamente.
Si se adopta este modelo, debe asumirse que el
grado de adecuación de las teorías del aprendizaje varía bastante, tanto como
el grado de perfección formal de sus elaboraciones asistiéndose, en algunos
casos, a la formulación de un esbozo de teoría, modelo o paradigma, más que a
una teoría formal acabada.
Considerando ahora un caso específico, Hill
(1983), sostiene que, primero, una teoría es una interpretación sistemática de
un área del conocimiento, y que una teoría del aprendizaje es un enfoque de un
área del conocimiento, una manera de analizar, de discutir y de hacer
investigación sobre el aprendizaje. En segundo lugar, representa un esfuerzo
por integrar, en una formulación relativamente breve, una gran cantidad de
conocimiento sobre los principios y leyes del aprendizaje. Por último, es una
tentativa creativa de explicar él “porque” del aprendizaje, de comprender por
qué éste funciona de un determinado modo.
Es en la elucidación de estas cuestiones donde
las numerosas teorías del aprendizaje existentes pueden oponerse unas a otras
en algunos aspectos y/o, al mismo tiempo, poseer puntos comunes más o menos
equivalentes. Reflejan, así, diferencias de perspectiva, de lenguaje, de
metodologías de investigación, de puesta del énfasis en las diferentes
categorías de aprendizaje.
En función de lo antedicho, y considerando el
estado actual de las Teorías del Aprendizaje, debemos aceptar el hecho de que
una sola teoría no es capaz de proporcionar respuestas a todos los
interrogantes que nos formulamos En este campo, además, se debe ser
especialmente cuidadoso con ciertas teorías que son presentadas como “la única
mirada posible” acerca de la cuestión. No es poco frecuente escuchar ciertos
discursos que intentan convencer de que la teoría del aprendizaje “x” es la
mejor de todas, la más conveniente, o la más adecuada a los fines de la
enseñanza.
Hecha esta salvedad nos abocaremos a la
presentación de los grandes sistemas teóricos que cabe distinguir en el área.
Existen diversos modos de clasificar las teorías del aprendizaje. Una de ellas
se apoya en una distinción filosófica entre empirismo y racionalismo. Las
teorías empiristas recurren a la asociación temporo-espacial de eventos para
explicar el aprendizaje y destacan la importancia de las experiencias
sensoriales; derivan, por lo tanto, de la tradición filosófica del
asociacionismo de Aristóteles, Hobbes, Locke, Hume y otros. La mayoría de los
principales teóricos e investigadores del aprendizaje, de la primera mitad de
este siglo, que pretenden explicar el fenómeno a través del mecanismo de la
contigüidad –Guthrie, Pavlov- se encuadran en este punto de vista.
La posición opuesta, denominada racionalismo,
ve en la razón humana la fuente esencial del conocimiento. Tiene como
precursores a filósofos ilustres como Sócrates, Platón, Descartes, Leibniz y
Kant y su principal interés es la cualidad subjetiva de la existencia. Aplicado
al aprendizaje, el enfoque racionalista supone que lo que se aprende, activa o
actualiza son ideas o estructuras mentales, destaca los problemas de
organización, comprensión, interpretación y significado de lo que es aprendido
y la influencia de factores innatos. El énfasis puesto en las ‘cogniciones” da
la lugar que a los teóricos que adhieren a esta postura se los denomine
cognitivistas. Sin embargo, como sucede cada vez que se produce una conmoción
paradigmática en una disciplina, la taxonomía en los confines del siglo XX
permite vislumbrar la coexistencia de principios y supuestos contrapuestos, en
alternativas eclécticas según los campos de aplicación en los que se considere.
La discusión dejó de estar centrada en la
felicidad de los asertos del asociacionismo enfrentado a visiones de corte mas
estructural, con unidades de análisis molares,. En la Psicología corriente es
moneda de curso legal la dominancia del paradigma cognitivo, donde estos
principios y supuestos son conceptos fundantes en los más diversos dominios
cognoscitivos y en los mas variados campos de aplicación. El gran debate que se
inició sobre el fin de los setenta es que, parafraseando a Coll (1996) “ni
hablamos siempre de lo mismo ni lo hacemos siempre desde la misma perspectiva
epistemológica” cuando hablamos de lo cognitivo y del constructivismo. Así,
el centro de la discusión teórica se desplazó en dos sentidos para considerar,
no ya la divergencia entre asociacionismo empirista vs. organización
racionalista o constructiva, sino: (1) Por un lado, ¿cuál es la proporción de
organización que es innata y cuál la adquirida? Cuanto se adquiere o se
construye y cuanto existe en el dispositivo innato, cuáles son esos
dispositivos (el lenguaje, las inteligencias múltiples) y de que modo
interactúan con los patrones de vinculación con el medio (interfases entre la
potencialidad específica de dominio y el entorno simbólico cultural con el que
interactúa). (2) Y por otro lado, la discusión se desplazó al estudio de los
medios y procesos presentes en aquella construcción, la participación de los
procesos sociales en el desarrollo del pensamiento y los mecanismos y
estructuras de facilitación de los mediadores y de las intervenciones.
Otra
manera de considerar las teorías del aprendizaje consiste en clasificarlas como
teorías E-R (estímulo-respuesta) o como teorías mediacionales. Dentro de estas
últimas cabe distinguir múltiples corrientes, como la Teoría del Aprendizaje
Social, basado en el condicionamiento por imitación de modelos (Bandura) y las
Teorías Cognitivas (la Gestalt,
la psicología genética de Piaget, el aprendizaje significativo de Ausubel, la
zona de desarrollo próximo de Vigotsky o el paradigma del Procesamiento de la Información). Esta
división coincide parcialmente con la dicotomía empirismo (asociacionismo) -
racionalismo mencionada precedentemente.
Los
rótulos “asociacionismo”, “estímulo y respuesta” y “conexionismo”, entre otros,
han sido frecuentemente utilizados para designar a un grupo de teorías, con
base epistemológica en el empirismo, que ponen el énfasis en el estudio
objetivo de la conducta observable. Afirman que los comportamientos complejos
pueden ser interpretados partiendo de conceptos y principios simples, sin
recurrir a procesos mentales superiores o fuerzas psíquicas internas de
cualquier naturaleza. De modo general, también afirman que todo y cualquier
aprendizaje puede ser reducido a condicionamientos de alguna especie. Según
estas teorías la unidad esencial de lo aprendido es una nueva conexión entre un
hecho ambiental (estímulo) y otro estímulo o bien una respuesta o secuencia de
respuestas. El énfasis que ponen en la observación de la conducta manifiesta ha
determinado que el rótulo utilizado para denominar a estos teóricos sea el de
“conductistas”. Dentro de este grupo genérico, puede distinguirse el
condicionamiento por simple asociación o condicionamiento clásico (Pavlov,
Watson, Guthrie), de otro, más complejo y determinado por las consecuencias de
la conducta denominado condicionamiento instrumental u operante (Thorndike,
Hull, y Skinner).
La
otra posición, la
Psicología Cognitiva, según Bower y Hilgard (en Pfromm Netto,
1987), ”trata de saber como los organismos conocen su mundo u obtienen
conocimiento respecto de éste, y como usan este conocimiento para guiar sus
decisiones y realizar acciones eficaces. Los psicólogos cognitivos procuran
comprender la “mente“ y sus capacidades o realizaciones en la percepción, en el
aprendizaje, en el pensamiento y en el uso del lenguaje. Para ese fin postulan
teorías sobre su funcionamiento interno”. Como podemos observar se trata de
una definición bastante amplia e inespecífica que permite encuadrar en ella a
cualquier modelo que acepte la participación de procesos cognitivos de
cualquier tipo en el aprendizaje.
En
la actualidad, el paradigma que parece dominar el campo está representado por
el denominado “modelo de procesamiento de la información” que pretende dar cuenta,
a partir de una analogía con el ordenador, del funcionamiento mental en general
y de los principales procesos mentales en particular. Mas allá de los trabajos
centrados en la investigación del procesamiento de la información, pertenecen a
la categoría de las teorías cognitivas, entre otras, las contribuciones más
antiguas de los gestálticos, la teoría de Piaget, la teoría de la asimilación
de Ausubel, la propuesta de integración social de Vigotsky y la Teoría del Aprendizaje
Social por observación de Bandura.
Ya
hace más de dos décadas que las Teorías del Aprendizaje consideran algunos
aspectos básicos que se contraponen con los supuestos de la tradición
asociacionista, según señala Shuell (1987):
· El
aprendizaje es un proceso activo y orientado a objetivos. Depende de las
actividades mentales del aprendiz y de su interacción con el docente y con sus
compañeros.
· Existen
procesos metacognitivos, o de alto nivel -estrategias personales y colectivas-
que regulan las actividades de aprendizaje.
·
El
conocimiento previo condiciona al aprendizaje.
·
El
conocimiento está representado por estructuras complejas.
·
Son
centrales los procedimientos por los cuales el aprendiz otorga los
significados.
· El
análisis de las tareas de aprendizaje y de ejecución se plantea en términos de
los procesos cognitivos involucrados.
La más
importante contribución de las teorías del aprendizaje cognitivas y
constructivistas para la educación es sostener que el aprendizaje es un proceso
activo, comprometido y pleno de significado. Winn (1990) sugiere que para el
logro de una instrucción satisfactoria lo más importante es el monitoreo del
proceso y la adecuación constante a los impredecibles cambios en el pensamiento
y conducta de los estudiantes. Los aprendices deben ser activamente estimulados
a integrar la nueva información en las estructuras existentes.
Como
marco para explicar la conducta cognitiva del ser humano, los modelos de
procesamiento de la información encuentran su fuente en los estudios realizados
por Newell, Shaw y Simon en 1958. Perez Gomez (1993) señala que una de las
virtudes de esta orientación que merece ser destacada es la de haberse
convertido en un ámbito integrador de posturas hasta este momento
irreconciliables, como las neoconductistas y las neopiagetianas. Este modelo considera
al hombre como un procesador de información cuya principal actividad es recibir
información, elaborarla y actuar de acuerdo a ella. El hecho de poner énfasis
en esta capacidad humana de procesar las informaciones indica que esta
corriente supone que el organismo no responde directamente al mundo empírico
sino a una propia y mediada representación subjetiva del mismo. Representa una
clara postura cognitiva en la cual adquieren prioridad los procesos mediadores
internos. A la hora de explicar los procesos mediacionales, los elementos
estructurales que destacan son el registro sensitivo, la memoria a corto plazo
y la memoria a largo plazo. A su vez los que actuarían como “programas de
control” del procesamiento de la información son la codificación, el
almacenamiento y la recuperación.
Según
Perez Gomez (1993) las implicancias de este modelo, desde el punto de vista
didáctico, son: (1) la debilidad de la analogía entre la máquina y el hombre,
lo que conduce a que de ningún modo pueden suponer teorías explicativas del
aprendizaje humano de las que se deriven directamente normas de intervención
pedagógica; (2) la importancia de la laguna afectiva al no considerar en el
modelo la dimensión energética de la conducta humana; y (3) la orientación
claramente cognitiva que parece ignorar la dimensión ejecutiva y comportamental
del desarrollo humano. Más allá de explicitar estas limitaciones, el autor
expresa que el desarrollo de esta orientación es de capital importancia para la
clarificación del aprendizaje y de la conducta inteligente del sujeto.
A
continuación citaremos las tres principales diferencias que, a nuestro
criterio, separan a los psicólogos de la línea E-R de los psicólogos
cognitivos.
1- Mecanismos intermediarios periféricos vs.
mecanismos intermediarios centrales en el aprendizaje. De un modo general
las psicologías cognitivas valorizan los procesos cognitivos, o centrales, como
integradores de las secuencias de comportamiento y como organizadores de la
experiencia, en tanto que las teorías E-R se limitan a inferir el
funcionamiento de procesos periféricos, distantes del cerebro, bajo la forma de
secuencia de movimientos o respuestas.
2- Adquisición de hábitos vs. adquisición de
estructuras cognitivas. Según las teorías cognitivas, el aprendizaje consiste
principalmente en la adquisición de conocimientos que implican la formación o
el cambio de estructuras cognitivas. Para las teorías E-R, en cambio, aprender
es esencialmente adquirir hábitos, es establecer conexiones que permiten
mostrar secuencias fluidas de respuestas.
3- Ensayo y error vs. comprensión. Dado un
problema nuevo, según las teorías cognitivas, el organismo realiza un análisis
de los componentes básicos (información disponible, objetivos medios, etc.)
que, generalmente, produce una reestructuración del problema, estableciendo
relaciones significativas entre el nuevo problema y los problemas semejantes
resueltos anteriormente. Las teorías E-R radicales optan por una explicación
reduccionista, en términos de ensayo y error, de respuestas casuales, hasta que
una de ellas resuelve el problema.
Las
teorías del aprendizaje consideradas hasta aquí no agotan el amplio conjunto de
propuestas teóricas, modelos o paradigmas, a través de los cuales los
psicólogos han procurado comprender y explicar el aprendizaje humano y animal.
De modo general, la tendencia dominante en la actualidad no es la de proponer
teorías o modelos demasiado abarcativos, como ocurrió en la primera mitad del
siglo actual (Thorndike, Hull, Tolman, los gestalticos o Skinner constituyen
buenos ejemplos de esas tentativas ambiciosas), sino en explorar,
sistemáticamente y en profundidad, un fenómeno particular o una categoría
específica de aprendizaje. Esa orientación es, según Pfromm Netto (1987),
caracterizada como la construcción
Tal
vez la diferencia principal con las ideas dominantes de hace unas décadas sea
la pluralización del término aprendizaje. Condicionamiento clásico,
condicionamiento instrumental, adquisición de habilidades, aprendizaje de
discriminación, formación de conceptos, aprendizaje verbal, aprendizaje de
principios, aprendizaje por imitación de modelos, solución de problemas - estas
y otras categorías, tipos o modalidades del aprendizaje, que van desde las
primitivas formas de adaptación del organismo unicelular, hasta las formas
extremadamente complejas de aprendizaje intelectual humano, difícilmente pueden
ser “explicados” y orientados en la prácticas exactamente de una misma forma. “Seria
realmente maravilloso si una única teoría del aprendizaje fuese suficiente para
explicar toda esa diversidad. La verdad, entretanto, es que ninguna teoría del
aprendizaje cubre mas que una pequeña fracción de los fenómenos del aprendizaje”.
Así “cada una de las teorías disponibles sirve para acentuar, en el proceso
de aprendizaje, algún aspecto que debemos tener el cuidado de examinar para
enriquecer nuestro entendimiento de las situaciones de aprendizaje que
observamos y ayudarnos a encontrar soluciones para problemas prácticos de
aprendizaje con los cuales nos enfrentamos” (Hill,1983).
A
continuación hacemos lugar a la transcripción de un sumario elaborado por
Pfromm Netto (1987) que, según el mismo lo señala, obedece a la sugestión de
Galloway de considerar aquellos aspectos que pueden ser rescatados de cada
teoría del aprendizaje, y no tanto destacar de ellas oposiciones, controversias
y conflictos. Así, Guthrie nos aconseja que verifiquemos que los eslabones de
una cadena de respuestas, de un hábito, o de una rutina, ocurran en un orden
apropiado y que sean practicadas de modo que se unan firmemente, unas a las
otras. También nos recuerda que la continuidad es un elemento fundamental en el
aprendizaje y que esta se de la cuando el estimulo y la respuesta ocurren al
mismo tiempo. Teóricos como Thorndike, Hull, Miller, y Skinner sostienen que se
debe reforzar al aprendiz cuando responde correctamente a la estimulación que
resulta en aprendizaje: reforcemos las reacciones que deseamos fortalecer e
ignoremos las que deseamos debilitar. La noción de refuerzo amplio
extraordinariamente el sentido originario del concepto de recompensa, tal como
lo entendía Thorndike. No solo las recompensas físicas son reforzadoras. Un
gesto, un simple asentimiento con la cabeza o una breve expresión verbal
funcionan como refuerzos que el profesor debe usar continuamente con sus
alumnos.
Los
gestálticos recomiendan estructurar cuidadosamente las situaciones de
aprendizaje, a fin de facilitar la captación de relaciones criticas y la
reestructuración cognitiva, llevando al aprendiz a descubrir por si mismo el
significado de la experiencia que está viviendo. Tolman destacó los objetivos,
propósitos, expectativas e intenciones de quien esta aprendiendo, y también la
construcción mental, de mapas cognitivos, inversamente al rígido
establecimiento de una cadena mecánica de estímulos y respuestas.
Ausubel
destaca el papel decisivo de lo que el aprendiz ya sabe (noción de
suspensores), en la asimilación de nuevos conocimientos y habilidades, así como
para la articulación de organizadores previos, como indicios, datos, resúmenes
o anticipos de los puntos principales, de tipo más general e inclusivo, que
facilitan bastante la comprensión y la fijación de material de aprendizaje más
detallado y diferenciado, a ser presentado posteriormente.
Estes, más allá de refinar la contribución de Guthrie
(aprendizaje por continuidad), recomienda el empleo de modelos
matemático-estadísticos en el aprendizaje, sea para investigaciones de
laboratorio cuanto para aplicaciones escolares. Modelos que nos ayudan a tomar
decisiones adecuadas en relación a problemas tales como el numero de alumnos
que debe contener una clase o el ritmo de aprendizaje mas conveniente para la
enseñanza de contenidos estrictamente acumulativos, como la matemática, en los
cuales el aprendiz debe dominar un estadio de la instrucción antes de pasar al
estadio siguiente; o, también, el de la predicción del progreso individual del
aprendiz a lo largo de la curricula, sea en la enseñanza convencional, sea en
la enseñanza por medio de computadoras, radio educativa u otros medios no
convencionales (Suppes, Macken y Zanotti, en Pfromm Netto, 1987).
Bandura
ha retomado la preocupación principal de Miller y Dollard respecto al
aprendizaje por imitación, mostrándonos como es posible aprender un sinnúmero
de cosas, convenientes e inconvenientes, a través de la simple observación de
un modelo presente en la vida cotidiana, o en programas de televisión, dibujos
animados, filmes, emisiones de radio o textos de ficción que, de este modo,
generan aprendizaje, independientemente del deseo o intención de hacerlo. Mas allá
de esto, Bandura destaca el papel de la autoeficacia en el aprendizaje, esto
es, de la convicción en el sujeto de que es capaz de realizar una acción
particular, de que puede tener éxito en una modificación de si mismo o en el
control de su ambiente.
A
modo de resumen citaremos una interesante síntesis de Hilgard y Bower (Pfromm
Netto, 1987) sobre las implicancias de las teorías del aprendizaje para la práctica
educativa. Afirman que varias generalizaciones tradicionalmente aceptadas en la
pedagogía (como, p.ej., que se aprende haciendo) encuentran apoyo en teorías e
investigaciones de diverso origen. Los principios potencialmente útiles para la
práctica educativa son reunidos en tres grupos. Dos de ellos se refieren a la
división, mencionadas en este capitulo, de las teorías del aprendizaje en
teorías estímulo-respuesta y teorías cognitivas; el tercer grupo reúne
principios derivados de contribuciones de teorías psicológicas de la motivación
y de la ''personalidad”.
1. Principios relevantes para las teorías
estímulo-respuesta: (a) las respuestas del aprendiz son fundamentales para
que ocurra el aprendizaje; (b) la frecuencia de la repetición o de los
ejercicios es importante para la adquisición de cualquier habilidad y garantiza
la retención; (c) las respuestas correctas o deseables deben ser reforzadas y
debemos dar preferencia al refuerzo positivo (recompensa y similares), en
oposición a los estímulos adversos (castigo, etc.); (d) a fin de que el
aprendizaje resulte apropiado para una gran cantidad de estímulos o,
contrariamente, para una pequeña de estímulos, nos valdremos de la
generalización y de la discriminación, que sugiere la importancia de la
practica en contextos diferenciado; (e) nuevos comportamientos son adquiridos
por medio de la imitación de modelos, con la ayuda de indicios y por medio del
proceso de modelación; (f) las condiciones motivacionales son importantes.
2. Principios relevantes para las teorías
cognitivas: (a) por un lado, son condiciones importantes los aspectos
perceptibles de las situaciones y de los materiales de aprendizaje y, por otro
lado, debe atenderse su estructuración y presentación, de modo que los aspectos
esenciales puedan ser captados por los aprendices; (b) la organización del
conocimiento influye en el aprendizaje y la dirección ‘”desde lo simple a lo
complejo” debe ser, en verdad, de totalidades simplificadas a totalidades
complejas; (c) el aprendizaje con comprensión es más permanente y transferible
que el mero recuerdo sin comprensión o el aprendizaje de formulas; (d) el feedback
cognitivo confirma el conocimiento correcto y sirve para corregir errores o
fallas de aprendizaje; (e) la fijación de metas o propósitos, por parte del
aprendiz, motiva el aprendizaje, y los éxitos y fracasos de este influyen en la
determinación de objetivos futuros; (f) deben ser favorecidos tanto el
pensamiento divergente, que conduce a soluciones imaginativas de problemas o a
la creación de productos nuevos y valiosos, como el pensamiento convergente,
que conduce a respuestas lógicamente correctas .
3. Principios relevantes para las teorías de la
motivación y de la personalidad: (a) el aprendizaje debe ajustarse a las
capacidades de los aprendices, particularmente a lo que hace a la diferencias
entre los aprendices más lentos y los más rápidos y a las capacidades
especializadas; (b) en el aprendiz se deben considerar las influencias que
modelaron su desarrollo pos-natal, ya que estas son tan importantes como los
factores hereditarios y congénitos en la determinación de sus capacidades e
intereses; (c) el aprendizaje es culturalmente relativo, de modo que tanto la
cultura más amplia como la subcultura a la que el aprendiz pertenece pueden
afectar sus aprendizajes; (d) el nivel de ansiedad de la persona puede
determinar un efecto benéfico o perjudicial de ciertos tipos de motivación para
aprender. En algunos tipos de tarea, aprendices con alta ansiedad exhiben un
desempeño mejor, si no son informados si su desempeño está resultando bueno o
malo, en tanto aprendices con baja ansiedad trabajan mejor si los interrumpimos
con comentarios al respecto de sus progresos; (e) la misma situación objetiva
puede resultar apropiada para un aprendiz, y no para otro; (f) la organización
de motivos y valores dentro de cada aprendiz es relevante y ciertos objetivos a
largo plazo afectan actividades inmediatas o de corto plazo; (g) la atmósfera
grupal del aprendizaje (competencia o cooperación, autoritarismo o democracia,
aislamiento individual o identificación con el grupo del que forma parte, etc.)
afecta la satisfacción con el aprendizaje y sus productos.
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